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viernes, 14 de mayo de 2010

Mis cuentos: El muro

EL MURO

















Lo buscaron.

Con una avidez de lobos hambrientos cortaron los dorados trigales.

Avanzaron.

Se sentía en el aire el zumbido neutral de los insectos. Las miradas escrutaban el ocaso, interrogaban los rincones, los huecos, los pozos.

No lo hallaron.

Pasaron a su lado, lo rozaron con las pieles sudorosas y el aliento.

No lo vieron.

No podían verlo.

Pero él, estaba allí, justo en el claro que dejaba la maleza. Había abandonado el tiempo o, tal vez, fuera a la inversa, el tiempo era el que lo había abandonado después de haber presentido su naturaleza hecha de sólidas tristezas, mezcla del surco de la tierra cuando ha sido excesivamente trabajada y de la fugacidad de los pájaros en vuelo.Su destino de búsqueda controlaba sus serenos pasos y lo mantenía en un justo equilibrio.

Se había asomado al escabroso muro de lo humano con la actitud de un observador atento. Mirando hacia adentro, había visto ( hay ojos que ven pero no miran y a la inversa, es sutil la diferencia, pero existe).

Después, se fue deslizando lentamente hacia la tierra. Sintió mientras caía, el desgarramiento de la piel, vio las heridas sangrantes de sus manos mientras descendían por el abrupto muro, palpando por entero su contorno.

Cuando sintió el peso de su cuerpo, se dio cuenta de que estaba allí, justo en el claro. Se tocó el rostro con las manos y no necesitó de reflejo alguno para saber que no era el mismo.

Nadie es igual, después de haber visto - se dijo -.

Y fue en ese instante cuando presintió en el aire, el olor inconfundible de la búsqueda. Vio el acero cortando los trigales, vio los rostros sudorosos, la avidez.

Permaneció quieto, en un silencioso respeto.

Pasaron a su lado.

No lo vieron.

Ni a él, ni al muro.

Silvia Braun

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