Acerca de mí

miércoles, 9 de junio de 2010

Mi historial de vida (fragmento 1)



Caramba caramba...historial de vida o vida plena de historias.
Para el caso da igual.
Es claro que hay una zona de mi cerebro que conspira en contra de mí.
Zonas enemigas que se pelean todo el tiempo: hemisferio derecho vs.hemisferio izquierdo.

Lo normal es que se complementen,pero en mi caso están en guerra.

Fíjense la peladita de la foto, está en brazos de su abuela y le da vuelta olímpicamente la cara a su madre que es la bella mujer que tiene un pañuelo en la cabeza tipo bandana.

Si había que pararse,yo,me sentaba.Pero no lo hacía por rebeldía, obedecía órdenes del hemisferio equivocado.Todo dolor cercano a mis amígdalas me espantaba por esa cuestión de quedar indefensa y volverme loca o disminuida mental.

Pensé que ciertas zonas oscuras de mi parte intelectual se debían a la deformación deesas bolsitas que solía examinar con un espejo.
De ahí sorpresa cuando leí sobre la inteligencia emocional que parece que no tiene nada que ver con la otra

No era hábil para manejarme en la vida, como tampoco lo era para las sumas ni las restas. ¡Ni hablar de las divisiones!
Abreviando: toda operación numérica era un problema insoluble.
La regla de tres simple fue indescifrable de manera que la aprendí de memoria.
No podía memorizarse lo que debía ser objeto de la razón. Así me fue.
Aún hoy dos más dos suele darme noventa. Así me va.
Lejos de preocuparme, la cosa me divierte.
Una defensa –dijo la psicóloga.
Pero que no funciona-agregué.

No era para menos.

Mientras mi infancia y gran parte de mi vida se perdía irremediable y feliz en los maravillosos cuentos de Poe, o Maupassant, mientras amontonaba libros, novelas, ensayos y dormía con ellos porque temía que me los robaran, la vida cotidiana, sus problemas, sus infinitas formas de resolución me exigían interminables horas para encontrar la respuesta adecuada.

Y daba vueltas sobre lo mismo sin encontrar la ruta.
Es una falla de mi cabeza.
Algo no funciona como es debido.
Eso pensaba.
Alguien me habló entonces de los hemisferios cerebrales , del derecho y del izquierdo y que la habilidad desarrollada en uno tornaba a las personas en creativas, con una desbordante imaginación y quienes habían desarrollado el otro lado eran excelentes matemáticos, seres lógicos y adaptados.

Más o menos esta era la idea que me había quedado de aquella larga conversación con el matemático Larsen en una despiadada jornada en la que inútilmente me quiso demostrar que para la conversión de dólares en pesos yo había perdido dos meses cinco horas, cuarenta minutos y tres segundos en operaciones sin sentido y que el error era simple: había multiplicado en lugar de dividir.

Se quedó paralizado, incapaz de un gesto de consuelo cuando lo abracé llorando y le conté que uno de los recuerdos más dolorosos y traumáticos de mi vida estaba relacionado con su maldita profesión porque en un examen de matemáticas fui la primera en entregar la hoja llena de cálculos y deducciones convencida no sólo de eximirme sino de haber sacado la nota máxima razón por la cual había dormido tres días seguidos, agotada de tanto memorizar las fórmulas.

El aplazo fue riguroso.

Había invertido las operaciones, pero lo que no se explicaba el profesor era cómo pude llegar al resultado correcto.

Al haber una falla en el procedimiento no puedo menos que aplazarla, agregó. Luego se dirigió a la puerta ,pero giró en forma repentina y dijo:
_ Usted me da lástima. Además de ser una memoriosa sorprendente, he descubierto lo que ha hecho en la segunda parte del examen. Y si no elevo una nota para que la sancionen es porque usted me da lástima ... me da lástima.

Y se fue repitiendo la palabra.

(fragmento de mi YO desfragmentado)

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